Impresiones de un Abogado tradicional sobre la Inteligencia Artificial y el Reconocimiento de voz
Agradecemos las ideas transmitidas por D. Antonio Lucena, Abogado de Córdoba, para este artículo
Año 2025, por ejemplo. Tengo prisa. Salgo de casa. El ascensor inteligente me baja a la calle. Un coche autónomo y no contaminante se precipita en recogerme sin solicitarlo. Llego al despacho. Se abre la puerta con reconocimiento de mi retina. Saludo al ordenador y me siento dispuesto a empezar la jornada.
El ordenador, que me reconoce también, ya ha abierto la agenda. Me muestra los eventos del día, así como los próximos plazos que vencen. Tengo una vista por videoconferencia con gafas 3D y realidad virtual a media mañana. Se abre en pantalla el expediente en el que estoy pensando y se inicia el procesador de textos con el encabezamiento adecuado para el documento. Empiezo a relacionar ideas y el escrito va fluyendo rápidamente y sin errores a viva voz. De mi cerebro al papel, sin más intermediarios humanos. ¡Qué incomparable sensación de libertad e independencia!
Hace tan solo unos años pensábamos que todo esto sería ciencia ficción, que tardaría mucho en llegar. Sin embargo, con la pandemia y los prodigiosos avances de la informática la mayoría de los avances descritos ya existen --o podemos fácilmente imaginarlos. La cuestión de fondo que se plantea es: ¿qué impacto van a tener en una profesión tan tradicional como la nuestra? ¿cómo pueden afectar a un abogado de provincias? ¿cómo reaccionar adecuadamente ante este Tsunami de modernización e innovación, sin ahogarse en el intento?...
Para empezar, los abogados tenemos a nuestra disposición DigaLaw X, un sistema de Inteligencia Artificial y reconocimiento de voz para facilitar nuestro trabajo. Yo ya había utilizado otro identificador de voz hace unos años y no estaba nada satisfecho. De hecho, dejé de usarlo porque sus prestaciones eran muy inferiores a las de un buen transcriptor. Pero el salto cualitativo que supone unir el reconocimiento de voz con la IA es enorme: precisión “humana” de la transcripción y un funcionamiento extraordinariamente simple.
Se trata de dictar al ordenador, así de sencillo. No es preciso ir dictando palabra a palabra de una forma cansina y artificial. De hecho, lo recomendable es concentrarse y dictar frases completas de manera natural. De este modo, cuando se dictan palabras homófonas, la aplicación analiza el contexto y no comete errores de transcripción. La fluidez y la precisión en la transcripción es gratificante.
El sistema no se limita a transcribir el dictado, sino que controla el propio procesador de textos u otras aplicaciones abiertas con los denominados “comandos” u órdenes de voz. Así resulta muy útil ir dando formato al texto mientras se dicta: “eso con negritas”, “subrayado”, “entre paréntesis”, “centrado”, “de color rojo”, etc. También se reconocen y capitalizan correctamente los vocablos jurídicos, adagios latinos, abreviaturas, etc. Incluso, y esto me ha sorprendido mucho, se inserta el contenido integral de cualquier artículo con solo decir su número y el nombre de una ley importante. No más búsquedas en las bases de datos que distraen tanto la atención...
En ese sentido, DigaLaw X es capaz de abrir y manejar integralmente el programa de correo electrónico. La preparación de escritos y contestación de emails a viva voz resulta ahora sumamente ágil. Lo cual redunda en un servicio casi instantáneo como nos demandan actualmente. También, y esto es útil para los que usamos modelos o formularios para agilizar el trabajo, la posibilidad de convertir cualquiera de nuestros documentos en uno de ellos, utilizando corchetes alrededor de ciertas palabras o expresiones. Es decir, determinar así los “campos” a los que queramos acceder inmediatamente con la voz para rellenarlos de la misma forma.
Me parece también “magia” una de las características del sistema: transcribir un audio a texto en el ordenador, una Nota de voz de WhatsApp o incluso un vídeo con audio del móvil. Puedes grabar en cualquier lugar, en el despacho, mientras caminas o paseas. Si la calidad del sonido es buena, el sistema lo transcribe posteriormente con la precisión habitual. En otras palabras, acceder a esa movilidad extrema de la que tanto se habla hoy: trabajar en cualquier sitio con tan solo un teléfono móvil.
Finalmente, para algunos puede resultar también muy práctica la traducción simultánea del dictado (o un texto en pantalla) a cualquier otra lengua: ¡se acabaron las clases de idiomas y los compañeros o clientes catalanes, vascos, gallegos, ingleses o alemanes, etc. lo agradecerán mucho!
Expresarse con la voz es, incontestablemente, bastante más rápido que hacerlo tecleando torpemente. Incluso si se sabe mecanografiar con cierta destreza, no hay que olvidar los dolores de dedos, manos y cuellos, por no mencionar esas graves enfermedades asociadas con el abuso del teclado. Por ello, me parece paradójico que la mayoría de los abogados, a pesar de tener que expresarnos oralmente, preferimos el acto mecánico de escribir a dictar. Pero el gran avance que aporta esta tecnología es que dictar es mucho más eficaz, al permitirme concentrarme en lo que realmente importa (mi demanda) y olvidarme de todo lo demás. Mayor confort, productividad, concentración y creatividad.
DigaLaw X, aunque no se mencione siquiera en su publicidad, proporciona además otra gran ventaja: ahorro de tiempo, esfuerzo y costes de transcripción, que cualquier abogado, en un periodo muy corto de tiempo --días, puede aprovechar…
En mi caso particular, recibí una publicidad por redes sociales y me apunté a una demostración online gratuita de media hora con cierto escepticismo. A cambio, durante un par de semanas pude trabajar con el sistema sin coste ni compromiso alguno. La instalación en mi ordenador Windows fue de forma remota y en pocos minutos. El servicio técnico solo me ofreció unas instrucciones básicas de funcionamiento. A lo largo del periodo de prueba se pusieron en contacto conmigo un par de veces para seguimiento, lo cual es de agradecer.
El futuro de la abogacía está aquí para quien quiera aprovecharlo, aunque sea abogado con un pequeño bufete. La productividad no es exclusiva de grandes despachos y corporaciones. ¡Yo ya no tengo ninguna duda al respecto!…